La danza de la venganza

2019

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Una pareja se separa después de años de matrimonio. El divorcio los obliga a resolver cómo se tienen que repartir las horas de un hijo menor de edad. Han hecho un pacto. Han llegado con serenidad hasta este pacto. Pero hoy, en la casa donde habían fundado su historia en común y apenas cuando ya se iban a despedir sin dejar más víctimas por el camino, el pacto se rompe y algo estalla.

Un mano a mano, y más entre dos grandes, para servir un texto hábil y bien afilado es casi siempre un camino hacia el éxito teatral. Los ejemplos son cuantiosos. Vuelve a esa fórmula La Villarroel con ‘La dansa de la venjança’, una pieza que aborda una ruptura matrimonial con desenlace trágico, y no es un spoiler. El título del texto de Jordi Casanovas es suficientemente explícito. El dramaturgo y director ha puesto su obra en manos de un colega, Pere Riera -con el que podría haber intercambiado papeles-, y al servicio de intérpretes con tanto prestigio como Pablo Derqui y Laia Marull.

Derqui es Roger, un chico bien, glamuroso, que tiene una editorial. Para él, la feria de Fráncfort es el súmmum. Marull es su mujer, Claudia. Vive a su sombra y afronta estar en segundo plano con su afición por la pintura y con un desarrollado instinto maternal. Tienen un hijo, Pau, y su relación parece idílica, pero no lo es. Cuando llega el punto final firman un divorcio modélico, por la cordura de ambos en la separación. O eso dicen, ellos y sus amigos. Porque un encuentro que parece fortuito, cuando Claudia acude a la casa común en busca de su ropa de invierno, desata un combate de lucha extrema. Un pulso en el que nadie hace una concesión hasta noquear al adversario.

‘Crescendo’ argumental

La caja de los truenos se abre con el tercer personaje, ausente, pero siempre en el cuadrilátero: Pau. Y no tanto por la custodia, sino por el papel que cada uno jugará en relación el niño,  a ver qué le cuentan por separado. Esa disputa alimenta un ‘crescendo’ argumental, propio de un ‘thriller’, en el que Casanovas se cuida de no tomar partido de forma demasiado evidente. Ello no evita que se piense que Roger tiene bastantes números, por no decir todos, para ser el malo de la película: machista, maltratador psicológico y mentiroso por sus devaneos fuera del matrimonio. Claudia también lleva su mochila a cuestas con una inestabilidad emocional y una mala picada que surge cuando menos te esperas.

Casanovas va siempre subiendo la apuesta, pese a que cueste creer cómo tanta inquina acumulada entre la pareja no había brotado antes. O que el desenlace también fuerce la frontera de lo verosímil, que no de lo teatral. La dirección de Riera mueve los dos peones en la línea adecuada y el dúo Derqui-Marull está a gran altura. Él desgrana un tipo como el que hizo en ‘Nit i dia’ en TV-3. Siempre medido en el gesto y en la voz, y con esa capacidad que tiene para hacerse a la primera con un papel. Ahora bien, de estos perfiles dramáticos acumula unos cuantos en su currículo; ya sería hora de que alguien le ofreciera algo más ligerito. Los silencios de Marull, mientras, y sus explosiones de rabia son otro curso de cómo meterse en la piel de un personaje. Cerrada ovación para todos en un montaje llamado al éxito.